Foto fuente: Andrés Neuman
Por
Nubia Sandoval Zúñiga
Nació en Marcos Paz, provincia de Buenos
Aires, Argentina, en 1948. Raúl estudió
ingeniería química pero las satisfacciones las recibe de su pasión por la
literatura. Sus cuentos, microcuentos y
ensayos fueron publicados en revistas y suplementos literarios de Argentina,
Brasil, Colombia, México, EEUU, España y Suiza, así como en diversas
antologías. Ganó dos veces el Certamen
internacional de cuento brevísimo de la revista El Cuento de México en 1988 y
1997; en su país recibió premios de la Fundación Fortabat, el Fondo Nacional de
la Artes y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Escribe actualmente crítica literaria en el
suplemento de cultura del diario La Nación y colabora en publicaciones de
diversos países. Fue miembro fundador y
codirector de la revista literaria Maniático textual y se desempeñó como jurado
y panelista en la Feria del libro de Buenos Aires. Ha publicado una importante obra como
antólogo, narrador y crítico literario, actividad que ejerce en el diario La
Nación, además de ser considerado como uno de los mejores autores de
microrrelatos del mundo hispano y como tal figura en las mejores antologías
sobre el género.
Es en Latinoamérica sin lugar a dudas
donde este género de prosas mínimas ha alcanzado mayor auge y, es también en
esas latitudes donde mayor número de publicaciones especializadas en el cuento
breve existen. Ahora que en Ecuador
comienza una mayor atención por parte de medios y público hacia este género de
la brevedad, deberían establecerse mayores puentes de comunicación como Ciudad
Mínima, para que este tipo de publicaciones pudieran llegar hasta los lectores
ecuatorianos.
David Lagmsnovich les llama Microrrelatos; Violeta Rojo, Microficción; Lauro Zavala,
Minificción. De estos términos y otros
que ha leído y que se usan para referirse a estas narraciones que cultivan lo
mínimo ¿Cuál considera qué es el más apropiado?
Yo uso Microficción como sinónimo de
Minificción porque el prefijo mini lo trivializa, lo hace muy doméstico,
minifalda, minibacha todas cosas muy comunes, micro lo hace todo más
científico, pero es una cuestión de preferencia Minificción y Microficción son
lo mismo, Microrrelato no porque el Microrrelato se definiría como las
Microficciones narrativas, el campo de la Microficción es más amplio, abarca
toda ficción mínima que cumpla con ciertos requisitos y cuando esas
microficciones son narrativas se llaman Microrrelatos.
El microcuento es una forma breve diferente al cuento, ¿cuál es la frontera entre
los dos?
El Microcuento es un cuento cortito, es
lo más breve que uno se puede imaginar pero sigue las reglas del cuento, por
ello el Microcuento y el Microrrelato son distintos. El Microrrelato ya no es
un Microcuento, para mí no cumple las reglas del cuento, el Microrrelato cumple
con el silencio, las palabras están contadas para cargar lo que no se dice de
significado, cargar el silencio que tiene el Microrrelato de significado, en el Microrrelato no hay desarrollo en el
cuento si lo hay, el Microrrelato no termina con una acción, termina muchas
veces con una sugerencia y hasta con una conclusión, en el Microrrelato el
final esta sugerido, en el cuento está dicho.
¿Cuáles son las bases para identificar a este género?, es decir, hoy se
adjudica con mucha facilidad la etiqueta de microcuento a un texto solo por su
extensión e incluso, se confunde al microcuento con el nanorrelato.
Las características de la Microficción
en general es que se caracterizan por tener un silencio ocluido que no es ausencia,
es un silencio que significa, las palabras escritas, lo explicito está dicho y
calculado para cargar de significado ese silencio, la parte estructural de la
microficción y la parte audible musical son las palabras, el silencio es la
parte dinámica que salta a la mente del lector, ese silencio como no dice
taxativamente tal cosa o tal otra libera muchas posibilidades por eso la que
descubrió este tipo de textos, Dolores Koch dice que es polisémico además de
hacer uso y abuso de la paradoja.
Andrés Neuman afirma en un decálogo sobre el microcuento que ‘‘El microrrelato
necesita lectores valientes, que soporten lo incompleto’’, ¿cree que es así?
Creo que es así pero no usaría la
palabra incompleto, en una antología dominicana que me mandaron el prologuista
habla de cuentos incompletos, pero no son incompletos, el final es lo que no
está pero es el lector quien lo pone, la última línea de un Microrrelato no es
el final, la última línea habilita al lector, induce en la mente del lector la
posibilidad de un final, y es él quien lo pone, no es que estén incompletos, es
que son así.
Usted menciona que el microrrelato tiene mucha relación con Kafka porque,
dentro de la cultura del siglo XX, él descubre unos textos breves, intensos y
misteriosos. ¿A demás de él de donde proviene este género?
El sueño de Chuang Tzu como
Microrrelato tiene 23 siglos, si vas a buscar el antecedente puedes remontarte
a la antigua China, hay textos árabes por ejemplo El gesto de la muerte que
también recoge Borges como que lo escribió Cocteau, él lo tomó la tradición
árabe, entre los antecedentes están muchos y entre ellos está Kafka, como
género la Microficción como la concebimos los latinoamericanos, es un género
irónico que dice sin decir, tiene la sutileza de hablar entre líneas, apela a
la complicidad del lector continuamente, un lector tonto no puede leer
Microficciones porque no tiene la malicia suficiente como para completarlas, yo
creo que el fundador fue Julio Torri mexicano, a principios del siglo XX en
1915, 1916 tiene un texto que se considera el texto fundacional que se llama A
circe, pero tampoco prospero ahí, estuvo solitario Torri en ese momento, el
comienzo verdadero a partir del cual tomó impulso y después se desarrolló es a
mediados del siglo XX y es con todos los escritores que conocemos Arreola,
Borges, Bioy Casares, Cortázar, Benedetti, Galeano y posteriormente otros, allí
tomó impulso y se reconoció como genero a partir del trabajo de Dolores Koch en
el año 1981.
‘‘Yo
no elegí este género, él me eligió a mí’’.
Raúl Brasca nos cuenta que su pasión por
este género nació espontáneamente cuando escribió su primer microrrelato como
descanso en la tediosa corrección de un cuento. Por eso suele decir que, en él,
el microrrelato nació como anticuento. Eso fue a mediados de los '80.
¿Cómo y desde cuándo nació su pasión por el microrrelato? ¿Por qué eligió este
género?
Escribía cuentos largos, yo estaba
corrigiendo un cuento largo, corregir es tedioso, estaba muy cansado y para
descansar de la corrección escribí un Microrrelato y lo titulé Salmonios, como
un juego, como un entretenimiento para descansar del cuento largo, pero me
gustó y se lo hice leer a una escritora argentina muy prestigiosa y con otra
gente que había ahí, ellos se quedaron perplejos porque es una cosa que
empiezas a leer y se terminó a las cuatro línea, Liliana Heker me dijo ‘‘Esto
es un cuento brevísimo, hay una revista mexicana que tiene un concurso
permanente de esto, si quieres te busco la dirección y lo mandas’’. Mande tres
y gané el concurso, eso fue en el año 88, después me publicaron un cuento largo
y en el año noventa y pico envíe uno para que me lo publiquen pero lo metieron
en el concurso y lo gané de vuelta. Mi primera antología fue en el año 96 y mi
primer libro de cuentos en el 94.
¿Cómo llega un químico a la literatura? ¿Es posible aplicar alguno de esos
conocimientos en su escritura? Mire que se dice que el microrrelato tiene una
fórmula.
Siempre tuve temperamento artístico,
quería ser músico pero mi padre no me dejó, le dije que quería estudiar química
de investigación pero me dijo que si quería estudiar química era para fabricar
algo que se vendiera y así seguí ingeniería química, fui ingeniero por mi papá
pero después volví a lo que quería ser, necesitaba una manera de expresión,
cuando joven tocaba el piano y luego empecé a escribir, cuando pasaba mucho
tiempo que no tenía manera de expresarme me enojaba mucho, toda mi vida
escribí, incluso de adolescente escribía poemas, a los diez años me publicaron
un cuento en el periódico del pueblo, era un poema a mi perro, lo que me dio el
estudio de las ciencias duras es un pensamiento sistemático, que me sirve para
varias cosas, en primer lugar para la parte ensayística, todo lo que escribí
sobre el Microrrelato fue porque estaba entrenado para pensar y también sirve para organizar tus textos
cuando escribes ficción. Soy ordenado adentro y desordenado afuera.
Usted organiza un festival de microficción en Argentina, ¿cuál es su motivación
para promover este género?
Son las jornadas de Microficción
que realizamos en el festival todos los
años, las venimos haciendo por siete años consecutivos, siempre he sido un
fanático de este género tanto como autor que como difusor, he hecho doce
antologías de Microrrelatos, he difundido mucho mediante mis antologías y
cuando todo el mundo empezó a hacer antologías dejé de hacerlas y comencé con
las jornadas de Microficción que reúne a los Microrrelatistas de todo el país y
con los autores consagrados, casi todos los años está Ana María Shua y todos
los años tenemos un invitado del exterior, una persona prominente de la
Microficción extranjera.
Viene a Ecuador inmediatamente después de ser juez de un festival de
microteatro, ¿qué futuro tienen las formas breves, es posible que sobrevivan a
la moda?
Yo creo que tiene futuro, incluso desde
hace muchos años, solo que por su extensión y por su carácter la forma de
difusión es por aparatos electrónicos, al principio hasta se hacían por celular
y después se difundió tremendamente por los blogs en internet, eso en cuanto la
difusión lo que pasa es que esos medios son ideales para este tipo de relatos,
por su picardía, su malicia y su sutileza esta la forma ideal de difusión, yo
no creo que el auge es porque es cortito y solo le doy un vistazo rápido, la
mayoría de personas todavía leen novelas de 300 páginas, los que leen
microficciones es porque es un manera que los está expresando. Muchos creen que
por ser poquito es fácil pero no es así.
En muchos de sus microrrelatos podemos ver que el diálogo entre textos y
autores se convierte en el material del cuento además de que el juego con los
textos se convierte en una verdadera dimensión meta-textual, al acto de la
escritura y al de la lectura, apela a las competencias del lector, cuya
enciclopedia tiene que coincidir con la de quien escribe: en el caso contrario,
el cuento entero permanece opaco, inaccesible. ¿A qué se debe esto? ¿No le
preocupa que no le vaya a gustar al lector lo que escribe, ya que muchas veces
no tienen todo ese bagaje de conocimiento necesario para entenderlo?
Yo tengo mucho respeto por el lector,
creo que por lo menos es tan inteligente como yo, que ha leído mucho y es una
falta de respeto tratar de hacer cosas fáciles para que las pueda entender, yo
sé que hay lectores que no lo van a poder entender, ¿para quién escribo?, yo
escribo para lectores como yo, no escribo para ningún lector en especial,
escribo lo que a mí me gustaría leer. Pero no me pasa solamente a mí esto, el
género es un género intertextual que puede usar marco que es además una manera
de alcanzar la brevedad, esos Microrrelatos a los que te referías Laura Zavala
los llama dinocidios, creo que fue de los primeros en criticar El dinosaurio
que es el arquetipo del dinosaurio, yo lo admiro como construcción pero no me
impresiona leerlo, yo lo haría más largo.
La brevedad, lo fantástico y el humorismo se encuentran en una relación de
atracción recíproca: si hacemos un rastreo en la historia literaria, nos damos
cuentas de que mientras es muy difícil encontrar novelas que sean enteramente
fantásticas o humorísticas, la micro-ficción, al obrar por condensación y concisión
permite en cambio crear textos cuyo discurso es completamente fantástico y / o
humorístico. ¿Cómo lo logra?
Hay cosas que convienen a determinado
género, si quieres contar la segunda guerra mundial tienes que escribir una
novela, todas las dualidades, los dobles sentidos, los juegos entre dos cosas,
la imagen real, la imagen en el espejo, el mundo real en otro lugar de la
realidad, el macro mundo y el micro
mundo, el soñador y la realidad, todas esas dualidades se prestan mucho
para el juego y para desenlaces muy brillantes y muy ocurrentes, generalmente
las cosas que se pueden decir resultan fantásticas. Hay un porcentaje mucho más
alto de Microficciones fantásticas que en cualquier otro género.
Ciudad Mínima es un festival que le propone a los jóvenes y jóvenes adultos
reencontrarse con el hábito de la lectura a través de la lectura de textos
breves pero la brevedad es engañosa, leer un microrrelato necesita de lectores
activos, es decir que se opone a la percepción de que se lee este género porque
vivimos en una época apresurada. ¿Cree
usted que estas formas breves tienen que ver con la época o a qué respondería
su auge?
Yo no creo que sea porque la gente no
tiene tiempo y es breve, sino porque es la manera de presión que más se adecua
a lo que el lector contemporáneo quiere leer, se adecua como forma por la
ironía, sobre todo en Latinoamérica donde hemos vivido muchas dictaduras y nos
hemos acostumbrado a hablar en clave y decir las cosas sin decirlas, eso se
transmite a la literatura, no quiero decir que ese es el origen pero entre
otras cosas es parte de la formación que tenemos. Los Microrrelatos españoles
son distintos a los nuestros, tienen mucho menos silencio y son más explícitos.
El año pasado nuestro festival se dedicó a la fantasía y a la twitteratura y
las personas se confundieron mucho con el término. ¿Existe la literatura en
Twitter, se atreve a dar una definición de twitteratura?
En efecto existe literatura en Twitter,
la Twitteratura son los Microrrelatos o Microficciones que tienen 140
caracteres o menos, en las jornadas hacemos un concurso de Microficciones en
Twitter todos los años, a veces es temático y durante cinco horas las personas
pueden enviar sus microrrelatos por Twitter, siempre fue a nivel internacional
pero este último año con todas las restricciones para entregar el premio lo
hicimos únicamente a nivel nacional. Sucede con Twitter, lo mismo que sucedió
con el cuento en el periodismo. Horacio Quiroga tenía que adaptar la forma al
espacio que le daban. Yo no soy tuitero, pero la microficción invade a todos
los medios tecnológicos. Cuando apareció el celular, surgieron los cuentos
pulgares: microficciones escritas como mensajes de texto.
La invitación realizada a Raúl Brasca a
Ciudad Mínima le resultó maravillosa, nos confiesa que nunca había visitado el
país y se lleva una grata impresión de Guayaquil y las personas que conoció
aquí. Además aconseja a los nuevos escritores de este género que lean muchas
microficciones, que aprendan los mecanismos usuales y los practiquen y que,
luego, se propongan ver qué pueden hacer "a partir" de todo eso.
Insiste en que la lectura es esencial. ‘‘Escribir sin leer, conduce más al
balbuceo que a la pretendida originalidad’’.
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